Por Paul Forsyth Tessey
I
Lo que uno ha sido y lo que uno es a lo largo del tejido
se funde en el vacío como un regalo de aire expansivo
en un momento de calor en un momento de calor en cuyo
fuego se mezclan la crudeza & la pureza de lo que uno será
mientras la arena viaja por el desierto de cabeza
y el alma se despulpa ante los hechos: cada ruta es toda ruta
en un mar de culebras paralelas que se buscan al interior
de la cebolla —donde uno enciende la fragua & duerme
hasta el relámpago para seguir el rastro
de los duendes bajo la lluvia del poema—
de modo que todo este dejar de ser todo este aroma abisal
lleno de oxígeno materno todo este clima de partículas bullentes
e impermanencias y energía repujada del instante
que se escurre como un fluido y se espirala hacia adelante
y hacia atrás sobre la infinitud de lo que puede ser
y se convierte nomás en esta reunión de plumas en esta agitación
de células despedidas es este todo esto a esta hora en este lugar
de veloces aboliciones donde
todo lo que es: es lo que se puede ser:
entonces se convierten las esencias que buscan una forma
hacia el frío en este punto de calor que atraviesa la grama
recíprocamente y lo que está en movimiento
posee una terrible pobreza de principios y la misma dirección
y la misma divergencia votiva que el viento cuando se agosta
en un panorama de ardores y se apagan sus corrientes:
todo se detiene por un instante —suspendido en la marchita
quietud del celaje extinguido— de modo que cada unidad
de materia duerme & es llevada
más allá tras el patrón de la neblina
pero luego del desdoblamiento en el que uno abandona
lo que ha sido y lo que es —clavo al que se ajusta
el hilo de lo que sigue hacia adelante en el patrón de la energía—
y a través del caos y el vacío se acopla a la indefinición
que lo toca & lo envuelve & le da forma sobre su órbita de vuelo
como una colisión de poderes naturales —& aromas—
que se repujan en las altas temperaturas de la fragua a la mitad
de un desierto & de la que se escurre esta fuerza significativa:
más que todos infinitas nadas prefigurándolo todo en este
despalabrado silencio del más acá
que está lleno de tinieblas y colma
el horizonte al que todo vuelve reducido al gesto de la sugerencia
y uno encuentra que nada es cierto en los húmedos meollos
sino su propio acaloramiento en medio del friaje
de manera que algo más ligero mejor dispuesto & más difuso
se remansa uno en este humo determinado en la espiral
que se origina en sus opíparas partículas —de renovado rocío—
y se lo llevan sin resistencia
a viajar por el tejido como quien
llega a un cruce de rumbos pero todo es el curvo camino
de lo indiscernible y asoma como una promesa de agua bilabial
en esta frecuencia modulada en la que uno es vertido & esto
es la experiencia traslativa la erosión el desplazamiento
de todo lo que se halla en el lugar donde se deja —como un poco
de aire en un baldío sembrado de apachetas & restos rituales—
en este punto en este exacto aciago punto de las brutales
circunferencias y de las cosas que se pierden & las que regresan
como un resorte a su origen
& lo que uno no ha sido ni es
late en el tejido como una realidad de fuego que cobra vida
y en la que se mezclan las versiones del mundo —que ha
llevado uno por el firmamento de su isla psíquica—
con las que esperan por alas ser holladas como una enfermedad
de plomo hacia un abismo en cuya fosca oquedad se desprende
de ella y queda a solas con su espíritu —y esto es ser en el tejido—
donde el éxtasis que lo arroba además lo configura
como una equivalencia del infinito en el intersticio de su propia
dispersión allende al desdoblamiento & allende al acoplamiento:
un punto de calor donde el más allá se anuda al más acá
y un planeta despierta en el camino de la desilusión.
II
Así hallaron mis ojos la oquedad de la bóveda en sus pupilas:
un firmamento sembrado de estrellas que se espiralan
en secreto como haces de luz que se pierden en la espesura
de un tejido —que en este punto de calor es esta bruma
en lenta dispersión que todo lo aclara hacia la mitad de su negrura—
agua despierta que se reduce al vapor que la refulge esplendente
y en el silencio de esta noche me encuentra descalzo y a pie
por un camino que desconozco
y es todos los caminos de aire y tierra
que habré de recorrer mientras quepa en mi cuerpo
una lengua con qué lamerlo —en este casi clima de partículas
que se cuecen y diluvian sucesivas en el regalo de mi espíritu—
& hacia el desierto del poema donde solo el frío y la incertidumbre
se agitan atravesando cada poro de cada cosa que nada es
y solo el aire parece existir viajando la extensión de las costuras
como una supernova recurrente que nombra lo que toca
y colma los tambores del equilibrio —como una silva de frágiles
silbidos que aturden en el húmero intersticial de su eclipse
al sol de mi discernimiento—
y dos o tres o mil pasos después caí
desparramando partículas y dientes sobre la grava cambiante
que mis grupas asimilan en sus acantos porosos
y todo lo que hay de mí en la tierra y ahora me gesta a nadería
es la tierra —gramínea de polvo acumulado de años—
y cala en mis sentidos esta realidad de huesos que sin pensarse
me llevan como un botón de energía hacia el futuro:
todo esto era la noche todo esto la circunstancia de mi mollera
cuando abrí los ojos y tuve que levantar —sumando ardores—
la tercera mitad de mí en medio del desierto:
eso era esta noche que cierne de rayos
mi humana vasija mientras el aire que viaja a su oxígeno
me recuerda el abismo oquedal donde me encojo y encuentro
que estoy vivo después de todo y que mi espíritu es tan solo
una realidad de energía atiborrada en mis zapatos primitivos
desde los cuales todo es adelante y son pasos recogidos
estas yemas en falanges que sirven para desenredar la niebla
a lo largo del sendero imaginario —que no es camino—
y dirigir como un rayo de tierra divergente en una ola expansiva
mis meollos al meollo del poema
en un lugar y a una hora difusos
—circunstancia de huesos bajo una lluvia de cenizas—
un territorio parental que reconozco en el desmadre instante
que me cuela el frío como un manto de arcanos pitones
cuyos colmillos hielan mis mamíferas funciones
y todo lo interior a mí se pasma como una tormenta de arena
hecha de granos suspendidos y por lo mismo hecha de nada:
un lugar que es la indefinición de la ruta y a la vez la ruta
y es todos los lugares y extensiones recurribles del firmamento
y es cada punto en cada tramo y en cada pluma el ala alzada
& es las puertas abiertas y los goznes depuestos
—desintegrados los marcos acantos—
pero no es lugar para el descanso y no es tambo ni lecho
sino la intermitencia de la tiniebla y la falaz permanencia
que me estragan si el corazón detengo ante el ficticio recuerdo
de lo vivido y esto mismo es haber olvidado a los dioses del camino:
así que ruta sin sendero es este extraño lugar para mi verbo
y solo ahora que se abren para mí los sellos del vacío irreversible
encuentro que mis dedos tocan & sangran el principio del círculo
en este caos del inicio que desovilla sus hilos desde mí
y a la oscuridad se tiende
como una culebra apenas perceptible
que hecha de escamas traslativas se arrastra según la brisa
vuele según la tierra palpe según la sed apulpe mis pálpitos
con aire en movimiento y hacia mis ascuas laderas: huellas
recorridas que llegan a mis pasos como abalorios desarenados
que otros han tocado pero son míos esta noche llena frío
y negrura y a mí corresponde hollar —a fibra por fibra
en crecimiento— & a través del nebuloso desfiladero del poema
al que se alargan los hilos de mis hilos.
III
Pero nada de esto sucedió en el fondo ni hacia el forro
excepto que abrí nuevamente los ojos al oquedal de la noche
—voló un ave tras mis párpados de cara a la ceniza—
y la visión del vacío —la inmensidad de la negrura tendida
a mí como un camino— comenzó a vaciar de sentido interior
a mi cebolla ritual y sus pulpas se perdieron inextricablemente
en una vasija color carne —ahíta de pluscuamperfectos—
como un curvo cuchillo cuyos frágiles aceros liberan al alma
de la tensión de su fragua y al momento de recalar la llaga
donde se ha quedado dormida
la vence en el sueño de soslayo
esta espiral de tripas y calores y recuerdos que se ovillan
mientras pierde su calor y mis células se agitan hacia
el trasfondo del tejido por una vida vivida que no he vivido aún
—madeja que pide frenéticamente su final desenredo
dispuesta la tráquea al desorden de la hoja que persigue en mí
una grieta y no es otra cosa que el regalo del caos prospectivo
que destaza esta mamífera composición que a ciegas
he podido articular como un péndulo entre consideraciones
y afecto renegridos— hoy que todo es acantos descompuestos
hoy que todo es vahos humores y tibias y graves ardores:
explosión & explotación del dolor
como un anillo de refrenamiento
alrededor de un arcaísmo que no he sabido desvirtuar
en mis meollos incapaz de soportar la incontenible realidad
que me acecha como un abismo —la sensación de la materia
que se disipa hacia su propio cataclismo molecular—
y parece no tocarme por razones que sin duda desconozco
y esto mismo es hábitos y una apática desafección que abruma
sentidos células y lóbulos
y cada pedacito mío cada hueso cada
hálito escurrido a lo largo del camino ha sido reducido
a mi dolor de ojos depuestos y es este recinto donde mi alma
y sus poderes duermen agostados la circunstancia del fuego
en medio de este metálico rumor articulado por el miedo
y la ilusión de control: esta degradación de manos en la sombra
que es la tendencia al sueño a la mitad del frío seminal
se troca apenas cruza un rayo la nulidad del cielo y ahora
estas pupilas mías despiertan e incorporan a sus masas
la visión del desencanto:
he abierto los ojos a la inmensidad
de esta tierra nocturna —recuerdo anterior al hueso—
y mi alma se ha pasmado de frío: Nada es Todo lo ocurrido
excepto que el viento ahora interrumpe al silencio
como un ramalazo de partículas en dirección al instante
y el desierto es esta tierra intersticial llena de esperanza y arrobo
este puerto del que parto este monte del que oteo este fuego
del que palpo una arena deshuellada que mi intuición reconoce
por una micra pero el reconocimiento se pierde puesto
que mis pasos se repiten sentados en la misma huella incapaz
de lanzarme por este camino
que solo una vez habré de recorrer
aunque el primer paso sea siempre aparecer repentinamente
en este lugar —descalzo en mis zapatos primitivos—
al que entro como a un sueño burlando las limitaciones del espejo
cuando me hinco —ebrio y de arrobo extático mas revuelto—
y pido un poema que luego iré a buscar al interior del desierto
a la misma hora de la misma noche y a la misma frecuencia
con que se fraguan en el frío del cuchillo sus esencias turbadoras
mientras mis palabras se acaloran de pobreza en mi lengua
y la energía repujada del instante responde con una estrella
que se agita detrás de la tiniebla:
todo en mí se junta para escucharla
susurrar la contraseña que desatará la paulatina vicisitud
de mi verbo en el baldío y pronto una campana de carbón
suena como un pájaro que canta en mi pecho y detrás
de cada célula y hacia el centro de la cebolla más pronto aún
todo cobra vida en este lugar —próximo a la muerte—
donde manos húmeros y plumas se reúnen en mi boca
como un cofre lleno de cenizas que se vuelven agua pura purita
agua en mis mucílagos agradecidos por su manante castalio
cuando alargo la punta de mi lengua enamorada y a su beso
recurren los espíritus el viento el silencio & la tierra encadenados
y —sin saberlo— ya camino buscando la lluvia.
Conoce más del autor:
Paul Forsyth Tessey (Lima, 1979)
Poeta, ensayista, editor, traductor y profesor. Ha publicado Laberinto (Edición de Autor, 2006), El Oscuro Pasajero (Trashumantes, 2012), Anatomía de Terpsícore (Celacanto, 2014), Autorretrato del Piloto (Celacanto, 2015), Bajo este cielo de cabeza (Celacanto, 2016) y El sendero del irivenir (Celacanto, 2017). Actualmente, prepara para su publicación los poemas Hermes Psicopompo, El disfraz humano y Medea. Entre 2014 y 2018 co-dirigió el sello editorial Celacanto y próximamente dirigirá la editorial Pan/Óptico. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas, tanto impresas (Buen salvaje, Lucerna y Di(solvencias)) como digitales (Molok y Viajera blog), y en las antologías Divina metalengua que pronuncio (El Lamparero Alucinado, 2017), Poemas del hambre (Unidiversidad de Puebla, 2018), Poesía al filo del sol (Golem Editores, 2019) y Antología Épica. Fuego cruzado (EE.UU., 2020). Como recitador y músico amateur, dirige la compañía poético-musical La Materia Gris (2015-2020) y el proyecto Matte Kudasai (2019-2020).
El sendero del irivenir
Por La Materia Gris
https://lamateriagris.bandcamp.com/track/el-desierto-en-silencio
Video concierto:
Facebook: @lamateriagrispoesia